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NOTA INFORMATIVA:

CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA MUERTE DE JOSELITO EL GALLO, HE PUBLICADO UN LIBRO EN EL QUE SE RECOGEN TODAS SUS ACTUACIONES EN LA PLAZA VIEJA DE MADRID, VISTAS POR LA PRENSA.

PODÉIS ENCONTRAR MÁS INFORMACIÓN DEL MISMO, ASÍ COMO ADQUIRIRLO, EN EL SIGUIENTE LINK : https://joselitoenmadrid.com/


Este Blog nace como un homenaje a todos aquellos que, a lo largo de la Historia del Toreo, arriesgaron y en muchos casos entregaron sus vidas, tratando de dominar a la Fiera.

SUERTE DE MATAR









Alançaban tablados todos los caballeros
a tablas e escaques juegan los escuderos,
de otra parte mataban los toros los monteros,
avya y muchas citulas e muchos violeros.

                                   Fernán González. Bodas del Conde


Toros valientes vi yo,
entre los que conocí,
pasados por agua sí,
pasados por hierro no.

En todos valor hallé;
y aunque careció de zás,
me entretuvo mucho más,
con mesura de convento,
el del quinto mandamiento
rejón de no matarás.

Francisco de Quevedo
(El ingenio barroco tiende a la visión cósmica, degradante. Así ve Quevedo los toros de una fiesta, dedicada al Príncipe de Gales.............Y el poco acierto de los toreros a caballo esa tarde. Comentario de Andrés Amorós en Toros y Cultura)


La bella Zaida ocupó
sus dorados miradores
que el arte afiligranó
y con espejos y flores
y damascos adornó
......................
No habrá mejor caballero
-dicen- en el mundo entero.


Sobre un caballo alazano,
cubierto de galas y oro,
demanda licencia, urbano,
para alancear un toro
un caballero cristiano
                       Nicolás Fernández de Moratín. Fiesta de toros en Madrid
(La métrica es la popular: octosílabo, quintillas; la expresión directa; la narración ingenua, fácilmente comunicativa.Comentario de Andrés Amorós en Toros y Cultura )


La plaza, un jardín fresco; los tablados,
en encañado de diversas flores;
los toros, doce tigres matadores
a lanza y a rejón despedazados.

Luis de Góngora
(El poeta, con cadena de metáforas, evoca unas fiestas que tuvieron lugar en Valladolid. Comentario de Andrés Amorós en Toros y Cultura)



Enterrador de acero,
sepulta en grana el arma de su gloria,
tan de una vez certero,
que el toro, sin dudar de su agonía,
le da para señal de su victoria
el miembro que aventó moscas un día,
mientras su muerte arrastran cascabeles.

Miguel Hernández. De Fragmentos de "Corrida Real"



De repente, detúvose. El diestro tendió en el espacio
el límpido estoque: los ojos serenos en ella clavó;
y a la vez que la fiera lanzóse; fue breve el encuentro;
y el estoque, por entre las astas, buscó el corazón.
El torero quedó impasible como una escultura;
y, girando en un círculo brusco, la fiera rodó.
Trepidaron las gradas del circo:
puesta en pie, la fanática turba fue toda un clamor.......
Y, en un signo de gracia
de divina expresión,
un clavel arrojado por dedos de rosa
en el céntrico punto del circo cayó.......

José Santos Chocano. De Estampas madrileñas



Resplandeciente en iris de pedrería,
como en un viejo cromo de pandereta,
el matador, al toro, con la muleta,
alegra al mismo tiempo que desafía.

Con toda la majeza de Andalucía
espera, perfilado, que le acometa,
y el animal, inmóvil, también le reta.......
¡Y la emoción ahoga la gritería......!

Se escucha el blanco vuelo de la paloma.......
Un corazón tan sólo late en la plaza......
Bestia y hombre se encuentran.....¡Y se desploma

a los pies del torero, sangrando el toro,
el estoque en los rubios hasta la taza,
y en un asta un fulgente cairel de oro......!

Francisco Villaespesa. La estocada de la tarde




Son versos que hizo un torero.
Como toreaba muy poco,
le dio por escribir versos.
Me dicen que estaba loco.

El sol con su rubia espada
mata a los toros de sombras
en las paredes blanqueadas.
A las doce en punto está
siempre en medio de la plaza.

Felipe Sassone. De Tauromaquia celeste


Me perfilo. La espada.
Los dedos mojo.
Abanico y mirada.
Clavel y antojo.



                                        Gerardo Diego. La suerte y la muerte

Ya la gloria se hizo línea.
Cómo rutila la espada.
Qué inmóvil lumbre apolínea
en el aire dibujada.
Espera, que aún quiero verte.
Ay, no te tires, Reverte.
Pero el río ya es del mar.
Míralo ya por la cola.
Cómo se rompe la ola,
resaca de bajamar.

Estocada a volapié
Del libro La suerte o la muerte, de Gerardo Diego


Y fue lo que nadie espera.
Se ve tan de tarde en tarde
que la tarde reverbera
del maravilloso alarde.
Gallardía de la cita,
del ritmo que el choque evita
vaciando con la cintura.
La vaina tragó la espada.
Tres tiempos, un sueño, nada.
Y ya es todo historia impura.

Estocada recibiendo
Del libro La suerte o la muerte, de Gerardo Diego



El pase de muleta
es el arco glorioso
que al fin rinde el acoso
que la muerte sujeta.
Y cuando atravesada
siente el toro su vida,
piensa que la corrida
vale bien una espada.

                                              Rafael Alberti. De su poema "Corrida"


Enterrador de acero,
sepulta en grana el arma de su gloria,
tan de una vez certero,
que el toro, sin dudar en su agonía,
le da para señal de su victoria
el miembro que aventó moscas un día,
mientras su muerte arrastran cascabeles.
                                 
                              Miguel Hernández. De "Corrida Real"


.......que por ser fiel a su destino
el toro está queriendo que él lo mate.

                       Miguel Hernández. De "Corrida Real"



El toro sabe al final de la corrida
donde prueba su chorro repentino
que el sabor de la muerte es el de un vino
que el equilibrio impide de la vida.

Respira corazones por la herida
desde un gigante corazón vecino
y su vasto poder de piedra y pino
cesa debilitado en la caída.

Y como el toro tú, mi sangre astada,
que el cotidiano cáliz de la muerte,
edificado con un turbio acero,

vierte sobre mi lengua un gusto a espada
diluida en un vino espeso y fuerte
desde mi corazón donde me muero.

                           Miguel Hernandez. De "El vino que no cesa"



A punto de matar de una estocada
a la muerte bravía
o morir de una trágica cornada
con Dios delante y a su lado el día.

Miguel Hernández


Clávame la espada fina
ya, Señor, si es de esa suerte
la hora lejana y vecina!:
¡con qué lentitud taurina
estoy viviendo mi muerte!

Miguel Hernández. Quintilla



Una mano de niebla temerosa
llega a tu corazón doliente y fría,
y aprieta lentamente, como haría
el aire más sereno con la rosa.

Su dulce sombra, mansa y silenciosa,
sube a tus ojos su melancolía,
apagando tu dura valentía
en la pálida arena rumorosa.

La dura pesadumbre de la espada
no permite siquiera tu mugido:
poderosa y tenaz está clavada.

Tú ves cerca de ti a quien te ha herido
y tiendes tu mirada sosegada
sin comprender, ¡oh toro!, cómo ha sido.
             
                Rafael Morales. Agonía del toro. De su libro Poemas del toro.



Darle a cada cual lo suyo
no es tener que darle todo.
Al hombre, lo que es del hombre.
Al toro, lo que es del toro.

Ni el torero mata al toro,
ni el toro mata al torero:
los dos se juegan la vida
al mismo azaroso juego.

No trafiquéis con su alma.
No le perdonéis la vida
al toro bravo en la plaza.

Que es humana cobardía
robarle al toro su muerte
"a solas con su agonía"

                                     José Bergamín. De "La claridad del toreo"



¡Fué, pudo ser! Los alamares de oro
rozaron con el asta ensangrentada.
En la arena tendido, yace el toro,
y de pie, sonriendo, está el espada.
Veinte mil voces -una- gritan locas.
La inesperada acometida ha hecho
del elegante paso
un revuelo confuso..., y allá junto
de la barrera hay algo
indiscernible... Enfrente
se ven rostros de espanto...
Y, entre manchas de grana
y reflejos metálicos,
el toro, revolviéndose,
alza en los cuernos un pelele trágico.

                             Manuel Machado. De La fiesta nacional


Ya prisionero, y maniatado, y triste,
sobre la tierra quejumbrosa brama
el más hermoso de la fértil vega,
blando novillo de tendidas astas.
Llega el verdugo de cuchillo armado,
el bruto ve con timidez el arma;
rompe el acero palpitantes nervios:
chorros de sangre la pradera esmaltan.
Retira el hombre el musculoso brazo,
el arma brilla purpurina y blanca;
se queja el bruo y forcejeando tiembla,
el ojo enturbia...........y la existencia exhala.

                                                                     Epifanio Mejía. La muerte del novillo



En la Plaza de Madrid
(con estos ojos que dormirán su luz en la tierra)
veo un toro sin norte en la arena: muerto, juguete de los hombres,
en una tarde de feria maldita.

                                                                    Antonio Fernández Spencer. Muerte de un toro


Te digo y te lo repito
para no comprometerte,
que tenga cuernos la Muerte
a mí se me importa un pito.
Da, toro, torillo, un grito
¡y la gloria en angarillas!
¡Qué salero!,
¡que te arrastren las mulillas!
¡Cógeme, torito fiero!

                   Rafael Alberti



La espada fina, helando tus jardines,
pegajosos de entrañas. Por tus ojos,
nieblas sin río. Tu bramar tenía
sollozo o amenaza. Un viento helado
ponía otoños a tus cuernos, leña
vieja ya, sin capullos de la herida.

Envejecías por momentos; y eras
buey sin amor, nostálgico de arados.
Se doblaban tus patas, bajo el vómito
de vinos y amapolas que abrasaba
tu morro azul, hinchado por la asfixia.

Aún la capa traidora
te fingía molinos de escarlata,
rosas de azul, saltos, tabaco y oro.
En tu sueño de luna,
los caballos sin vientre te miraban
con un marfil marchito entre los ojos.

Vacilabas, la tierra se movía,
en el ruedo cuajaba una montaña
con cimas y barrancos; y viste pozos;
débil te sumergías lentamente
en barro de lagunas.

¡De pronto! (eran las cuatro de la tarde)
vino el atardecer; se te apagaron
sin fresa de crepúsculos, los cielos.
Una arena sin malvas ni amapolas
te ardía en las pezuñas.

Buscaste la madera de las tablas,
la madera maldita,
con números pintados.
Te apoyaste en astillas donde nunca
entró la primavera.......

¡Oh, toro enorme, vacilante y noble!
Con ubre rosa en tu recuerdo y nata.
Toro de España, agonizante y ciego
Embistiendo a la muerte.......

Agustín de Foxá. Toro en agonía





Un trueno congelado es tu cabeza
que coronan dos rayos afligidos,

 dos rayos silenciosos, detenidos
por la muerte que puebla tu fiereza.

Derribada cayó tu fortaleza,
tus bravos huesos míralos vencidos,
los mares de tu sangre convertidos
 en un inmóvil llanto sin braveza.

 La muerte ya la ves: un simple ruido,
 una mano tenaz, febril, helada
 sobre el amante corazón rendido.

 Y mira qué inclemente y sosegada
 juntó tu brava sangre y el olvido,
 en ti implantando el reino de la nada.


Rafael Morales. Toro muerto. De su libro Poemas del Toro (1943)



Y no chocan,
que se fugan,
en tangente.
Pero arriba,
       en lo más alto,
la herida,
y contra las tablas,
                       la muerte.


Antonio María Flórez. La estocada


Rayos mortales fulmina
cielo de caireles de oro.
Muere estupefacto el toro
del lujo que lo asesina.
De esmeralda o venturina
o zafiro se le inflama
al sol la mórbida rama
que es en la arena el torero.
Y con pasos de bolero
el rococó se hace drama.

                         Rafael Laffon. La estocada




«Envidio cómo muere el toro: quiero / morir de luz».
...........................................

«Y busca el cuerno el corazón y encuentra / aires, busca las venas, roza el muslo, / y el aire rojo, el rojo ardido clavan / hacia su corazón el duro acero / que impone el rito...»
.......................................... 
Todo desemboca en un final dramático, implacable, pero hermoso: « Poca luz, corto
espasmo, largo aplauso,/ y el toro, sombra en sombra, breve arena / tiñe con mucha sangre. Y se desploma».

Antonio Carvajal. De su libro Un girasol flotante


Esas astas, envidia de la luna,
Hoy, apuntando al sol, han declinado;
Los ojos,
Yescas ayer del mediodía,
Son hoy cenizas de pesar.
Mas desde el Alpe astado que se humilla
Cual si el Ródano abriera sus compuertas
Por una herida que jamás se cura
Fluye la sangre con olor a lirios.
El vino nevado de la mancha escarlata
Que se ensancha, florida, por los llanos,
Y desangra su angustia por la herida.........
Esto lo dice uno que ha bebido
Arrodillado junto al agua
Y que no hace memoria del dolor.

Roy Campbell. Muerte del toro. Traducción de Aquilino Duque


Llegó la hora de matar. El sol
estaba alto. Mayo había dejado
beber al aire su clavel. Dos nubes
blancas cruzaban por el cielo. Se hizo
el silencio. Levanté la espada
y me encontré con tu mirada. Había
en ella reto y vencimiento. Puse
toda mi ciencia en ejercicio para
que aquel acto de muerte fuera digno de ti.
Fulminado caíste como un roble en el bosque.
Leales fuimos el uno para el otro.

Mariano Roldán. De Torero viejo ante el toro de su alternativa




Nunca es de noche cuando mueres.
Cercado de tinieblas gritadoras,
fiera de amor, verdad sobre la espada,
pareja apuñalándose única entre las únicas.

                                        René Char. Recogida en el libro Aproximación a la Tauromaquia, de Manuel Ríos Ruiz.






Es la suerte real, la cruda muerte
que reciben los bravos animales
porque se cumpla el ritual taurino.

Diego García López. De Región volcánica del toro



Después relía la reliquia que le sirvió de pincel y de
     rondador milagro en su pasturaje de ensueño,
para clavar con la espada una cruz, una firma en la
         zahína umbría del pozomorrillo.
El toro, derrumbado como una sombra de nube enci-
         ma del redor de los soles lucientes retirándose,
y el torero que mira al fin de alamares: ni una raya,
         ni chispa de la enfrentada sangre.
Al alzar la montera y saludar al pueblo recogiendo los
         vítores, el torero es un dios, tan dios como fue Adán.




Manuel Ríos Ruiz. (1934).  Fragmento de Salud y gesta del torero y sus códices. De su libro Aproximación a la Tauromaquia.





 "A pesar de que la muerte ritual del toro ocurra siempre en la plaza, lo que se celebra no es la muerte, sino su aplazamiento. De tan presente la muerte, lo que menos existe durante una corrida es el sentimiento fúnebre. Nada menos luctuoso que una gran faena. La gracia con la que el torero elude la muerte es lo opuesto a la pesantez con que ella busca imponérsele".

                                                                 Carlos Marzal


"¿Cuánta muerte hace falta para invocar la vida?".

                                                            Raquel  Lanseros



GAUTIER, en su "VIAJE Á ESPAÑA", página 38, dice hablando del momento de la consumación de la suerte suprema de la lidia, que "la emocion que hace sufrir esa situación, vale más que todos los dramas de Shakespeare."









































































"Llegamos ya a la Suerte de más mérito y más lucida, a la más difícil, y a la que llena más cumplidamente el gusto y la satisfación de los expectadores"

De La Tauromaquia de Pepe-Illo


"Se puede tener musa con la muleta y ángel con las banderillas, y pasar por un buen torero, pero en la faena de capa, con el toro limpio todavía de heridas, y en el momento de matar, se necesita la ayuda del duende para dar en el clavo de la verdad artística"

                                           Federico García Lorca, de su conferencia Teoría y juego del duende


"Existen dos suertes fundamentales: "la primera y la última, la de picar y la de matar. Hoy la Fiesta se nutre de intermedios"

                                                                              Gregorio Corrochano. La edad de plata del toreo



El filósofo P.L. Landsbert, en su estudio Experiencia de la muerte, expone la siguiente conclusión sobre las corridas de toros, que aparece recogida en el libro Aproximación a la Tauromaquia, de Manuel Ríos Ruiz:
“En las corridas de toros el animal desempeña en papel del hombre y el hombre el de una divinidad angélica: el demonio. Se venga de hallarse bajo el yugo de la fatalidad, convirtiéndose a sí mismo en fatalidad de alguien. Por esta vez es él el que sabe y el que prevé, él, el ejecutor de la suerte. Durante dos horas se oculta a sí mismo su propia muerte, que no podrá quitar, haciéndose el amo de la muerte de un sustituto. En los límites de una concepción exclusivamente inmanente de la vida y de la muerte humanas, no cabe un misterio más simbólico. Por una vez el hombre se cree vencedor al hacerse aliado del enemigo invencible. Pero en el fondo de su alma sabe muy bien que él mismo es el toro, que la superhombría estoica del matador es ficticia y que este combate, cuyo resultado se halla trágicamente prefijado, es su propio combate. Sin embargo, el hombre no desespera delante de la verdad. No podría realizar su esperanza más que en el caso en que, a pesar de todo, cupiera la posibilidad de una victoria sobre la muerte”





Santos López Pelegrín, “Abenamar”, en las Suertes del toreo, de su libro Filosofía de los toros, publicado en Madrid, 1842, escribe:

"De la suerte de muerte

La suerte de muerte es la mas lucida que se ejecuta, es también la mas difícil y por consiguiente merece tratarse con mucha detención. Se puede decir que tiene dos partes, que son: los pases de muleta, y la estocada, y así las explicáremos separadamente.


De los pases de muleta

Para pasar al toro con la muleta se situará el diestro como para la suerte de capa, esto es, en la rectitud de él, y teniendo aquella en la mano izquierda y hacia el terreno de afuera; en esta situación lo citará, guardando la proporción de las distancias con arreglo á las piernas que le advierta, lo dejará que llegue a jurisdicción y que tome el engaño, en cuyo momento le cargará la suerte y le dará el remate por alto o por bajo, del mismo modo que con la capa………..A este modo de jugar la muleta se llama pase regular, para distinguirlo del de pecho, que es aquel que es preciso dar en seguida del pase regular cuando el toro se presenta en suerte y el diestro no juzga oportuno armarse a la muerte…………Aconsejo que siempre que después del pase regular quede el toro en suerte para el de pecho, se le haga, pues es muy bonito y mas seguro que el regular


De la estocada de muerte


La estocada de muerte, que he considerado como segunda parte de esta suerte, es la que esencialmente la constituye, no siendo los pases de muleta más que una preparación, digamos así, para ella. En efecto, alguna vez los pases en vez de ser útiles, son perjudiciales……….Pero también es evidente que el acto mismo de dar muerte al toro se debe considerar como un verdadero pase de pecho.


Del modo de matar los toros, recibiéndolos.


Para matar, pues, a un toro boyante se situará el matador……en la rectitud del toro, a la distancia que le indiquen las piernas de él, con el brazo de la espada hacia el terreno de afuera, el cuerpo perfilado igualmente a dicho terreno, y la mano de la espada delante del medio del pecho, formando el brazo y la espada una misma línea, para dar mas fuerza a la estocada, por lo cual el codo estará alto, y la punta de la espada mirando rectamente al sitio en que se quiere clavar. El brazo de la muleta………se pondrá del mismo modo que dijimos para el pase de pecho, en la cual situación airosísima por si, cita al toro para el lance fatal, lo deja llegar por su terreno a jurisdicción, y sin mover los pies, luego que esté bien humillado, meterá el brazo de la espada que hasta este tiempo estuvo reservado, con lo cual marca la estocada dentro, y a favor del quiebro de muleta se halla fuera cuando el toro tira la cabezada. Ese modo de matar, que es el mas usado, y muy bonito, se llama a toro recibido.



De la estocada á vuela pies.


Joaquín Rodríguez (vulgo) Costillares hizo inmortal su nombre entre los toreros y aficionados, no solo por su destreza poco común, y profundo conocimiento, sino por la invención de la estocada a vuela pies…....En efecto, esta nueva suerte, que vino a enriquecer la tauromaquia, es digna por si de los mayores elogios……….Sin ella no tendríamos recursos para matar ciertos toros que por su intención o por su estado particular no arrancan……….Es susceptible de hacerse con toda clase de toros, siempre que se hallen en el estado de aplomados, único oportuno para ejecutarla con toda seguridad………El modo de practicarla es muy sencillo, pues consiste en armarse el diestro para la muerte sobre corto, por razón de que el toro no arranca, lo cual es requisito preciso para la suerte, que por esto también la llaman algunos á toro parado: estando pues armado así, se espera el momento en que el toro tenga la cabeza natural, y yéndose con prontitud á él se le acercará la muleta al hocico bajándola hasta el suelo para que humille bien y se descubra, hecho lo cual se mete la espada saliendo del centro con todos los pies………Por medio de esta suerte, no muy difícil, como se ve, se dan las mejores estocadas, y en el día puede afirmarse sin riesgo de errar que no hay otra mas segura."


José Velázquez y Sánchez (1826-1880), en su obra Anales del Toreo, editada en Madrid en 1868, escribe:


"(Pag. 95)….En Andalucía se inauguró la suerte de recibir por la condición brava y boyante de sus generosos brutos, y el mismo volapié de Joaquín Rodriguez, Costillares, más que maña contra defensas malignas, fue recurso contra los bichos parados, que teniendo aun voluntad briosa, carecieran de suficiente empuje para el arranque."




J. Sánchez Lozano, en su libro Suertes del toreo que ordinariamente se verifican en coso. Libro tercero del Manual de Tauromaquia, publicado en Sevilla el año 1882, escribe:


“La muerte de toros no formó en el período incipiente de las lidias una suerte propiamente dicha, pues aunque constantemente se acostumbró á exterminarlos en el coso, se empleaban á este propósito, multitud de medios sin sujeción á reglas, usando la lanza del guerrero, el simple rejoncillo, los mandobles de grandes y tajantes machetes, o enormes lanzones y medias lunas, con los que desjarretaban á las reses de cualquier manera y por cualquier parte, tapándoles ántes los ojos con capa ó ferreruelo, para rematarlas á mansalva…………..Ninguno de los indicados recursos, por aleves, rudos y falibles, era adecuado para el objeto que motivára su adopción; y en consecuencia, se dejaba sentir la necesidad de descubrir otro que estuviese exento de aquellos defectos……….Por fortuna, para la Tauromaquia, lo halló el inmortal Francisco Romero. En su más tierna edad concibió la idea de que podía darse muerte á los toros con espada y muleta, y, acariciándola sin cesar, la ensayó varias veces con buen efecto, decidiéndose, cuando estaba seguro de su predominio sobre las reses, á dar un corrida pública ñeque ofreció matar los toros con el arma y defensa por él imaginadas…………Llegó el día anunciado, que se cree por Abenamar y otros escritores, fuese uno de los del año 1726, cuya opinión nos parece acertada, y los habitantes de Ronda y pueblos inmediatos, acudieron presurosos al circo, ávidos de presenciar la sorprendente novedad……….El sobresalto y la admiración se apoderó del público durante el prólogo de la terrible prueba, contemplando la debilidad del hombre ante la pujanza y ferocidad de un cornúpeto; pero henchidos de júbilo y pasmo, vieron terminarse la fiesta sin ninguna contrariedad y proclamaron la victoria de la inteligencia sobre la fuerza……..El feliz éxito de la tentativa alentó á todos, y la repetición de fiesta de igual clase é idéntico resultado, preparadas por los favorecedores de Francisco, llevó á éste á la deseada meta, alcanzando la realización acabada de su ideal………….Romero, que mediante una observación detenida y reflexiva, habia logrado penetrar los instintos de las reses, las esperaba cara á cara é inmóvil, y viendolas llegar serenamente, les daba salida con el engaño  hundía el estoque fuertemente en la cerviz del animal, que, por lo comun, caia sin que fuese preciso reproducir la faena………Dedúcese de lo expuesto, que los honores de la invencion de la suerte de matar corresponden á Francisco Romero, y que la inventada por éste no fue, ni más ni ménos, que la que hoy denominamos de recibir…………..Diferentes autores taurinos pretenden separarse de la general creencia, y reclaman esa gloria para otros caballeros y toreros; pero es lo positivo, que si algunos de los primeros, como el abuelo del celebérrimo Moratin, mató toros á pié y con espada, lo hizo sin muleta, esquivando el bulto y sin esperarlos nunca de frente; y respecto a los segundos –los hermanos Palomo y el Africano- existen datos que testimonian que verificaban la suerte por los años de 1748 al 60, es decir, bastante más tarde que Romero……………Pedro Palomo, Costillares y Jerónimo José Cándido, nos legaron otros modos de llevar á cabo la suprema suerte……….y quitaron al lance la monotonía que lo revestía en un principio………..Desde que se introdujo la muleta, han sido contados los matadores que han dejado de valerse de ella, porque no es dado encontrar encontrar otro artificio que ventajosamente la sustituya…………La suerte de muerte es la más lucida que se practica y la más difícil, por ser la última y estar ya el toro con mayor conocimiento y picardía. Consta de dos partes: los pases y la estocada.”



Y más adelante, en el mismo libro, encontramos este comentario:


Estocada de muerte y sus consecuencias


“El arma con que los matadores cumplen su mision es de acero duro y forjado, punzante y cortante: tiene de largo seis centímetros del pomo á la cruz, y de ésta a la punta de setenta y cinco á ochenta. La guarnición está revestida de cinta de lana y el pomo de piel, para que la mano no resbale y sea segura la direccion de la estocada..........................La estocada se llama honda si penetra en el animal totalmente; corta, la que no entra más que una tercera parte; média, la en que se introduce la mitad de la espada; trasera ó delantera, según quede detrás o delante de la cruz ó los rubios; contraria, la que está en el lado izquierdo del animal; baja, la que entra por el cuello del bicho á más de cuatro centímetros de la médula; ida, la que entrando alta toma la direccion de corta la herradura; tendida, la que queda colocada en el cuerpo del animal casi horizontalmente; y caida, la que está a un lado de la cruz y, sin ser baja, se dirige abajo con el peso de la espada...............................Al toro herido mortalmente que se aploma en la querencia contra los tableros, y no se echa, á pesar de estar espirante, se le dejará algunos minutos solo y quieto, para ver si se acuesta, pero si permanece en posición vertical…………..le hará el diestro que baje la cabeza tocándole con la punta del estoque en el hocico, para que se descubra y se pueda descabellar, operación que consiste en introducir la punta del estoque entre las dos primeras vértebras que revisten la médula espinal, cortándola en su nacimiento y que produce la muerte instantánea del cornúpeto. En esta suerte estarán á la mira un par de capotes, por si el toro se arranca tras el diestro, que lo distraigan”



José Sánchez Neira (Madrid, 2 de febrero de 1823- Madrid, 4 de enero de 1898), en su libro El Toreo. Gran diccionario Tauromáquico, describe en términos elogiosos la suerte de recibir, una idea que se repetirá a lo largo de todo el libro:

“Hay la suerte suprema del toreo, la de matar un toro recibiendo………Veámosla……El toro se para por fin sin acometer…….El hombre se acerca más al toro, crece y se eleva su estatura en aquel momento, conociendo que le contempla un gentío inmenso, mudo al ver tal arrogancia; tiende la muleta, la lía, ser perfila frente al testuz de la fiera, coloca su espada en recta dirección al punto en que quiere clavarla, junta sus pies y espera……….Adelanta todavía un pie, alarga el brazo izquierdo en que ostenta el rojo trapo ya liado, provoca con su voz al toro, parte éste rápido como un rayo, y al inclinar su cuello para herir con sus formidables armas, el hombre, inmóvil y sereno, deja que se le acerque, tuerce su ruta a favor de la muleta, clave en él su acerado acero, y el bravo animal se encoge, se tambalea y se desploma…………”¡Que vengan pintores!”, como diría Peña y Goñi.”




Álvarez Miranda, en su libro Ritos y juegos del toro, escribe:

"La idea de que la muerte del toro es el desenlace lógico de toda corrida española parecer ser siempre una cosa tan obvia y necesaria a los historiadores del toreo, que han considerado que siempre existía en las corridas. A decir verdad, no les faltan argumentos aparentemente válidos para pensar de esta manera. Alguna noticia sobre la más antigua fiesta de toros lo confirmaría; como, por ejemplo, la que se refiere a las bodas que se celebraron en León en 1144 entre doña Urraca, la asturiana, y el rey don García de Navarra, en la que, mientras los caballeros toreaban, otros mataban toros. Este es el documento más antiguo en el que se nombra expresamente la muerte del toro a mano de caballeros en las fiestas nupciales..................Hay razones suficientes para preguntar hasta qué punto la muerte de un toro es un elemento verdaderamente antiguo en la costumbre popular del toro nupcial. Es evidente que en el más antiguo monumento conocido del toreo caballeresco (siglo XII) se mataban toros, pero no lo es igualmente en la muerte del toro nupcial en el estadio más antiguo de esta fiesta. En la anécdota taurina, por ejemplo, de la cantiga de Alfonso el Sabio más bien se deduce que la costumbre nupcial no comprendía la muerte del toro......................Principalmente induce a pensar que la costumbre más antigua no era sacrificar al animal el hecho de que en las capeas o en las novilladas, formas populares de las corridas que derivan indudablemente de la fiesta del "toro de cuerda", de aquella que nosotros hemos llamado toro nupcial, falta la muerte del toro o novillo, que después de ser capeado, e incluso banderilleado, era llevado al lugar de procedencia, al campo y en algún caso al matadero........................La muerte del toro, en resumen, no parece que sea un elemento originario, ni el rito nupcial ni en la natural continuación suya, que fueron las corridas rurales, llamadas "toros de cuerda", "novillada" o "capea". Al contrario, la muerte del toro, que ya encontramos documentada desde las primeras manifestaciones del toreo ciudadano y caballeresco, parece ser una nueva invención de este toreo; más aún, una innovación precisamente buscada por la lógica interna del toreo caballeresco, que, dejando al toro en libertad, transformó en peligrosa la lucha con el toro la práctica popular en la que el animal atado no era un adversario del hombre, sino su instrumento de juego útil para lograr los fines rituales. El sentido lúdico, caballeresco y culto, transformó en émulo antagonista al animal que en el sentido mágico-religioso había percibido como diácono. Convirtiéndose el rito en lucha surgía la necesidad de la victoria como epílogo. La muerte del toro era el modo lógico y natural de discernir esta victoria. Lo que hablando del toreo suele llamarse sacrificio del toro es sólo una de las más curiosas pseudomorfosis histórico-religiosas imaginables: la gran paradoja del toreo español consiste en que sólo cuando dejó de ser cuestión sacral comenzó a parecer sacrificio"


"Desde el final del siglo XI se cita en varios documentos la profesión de "matadores". Son los directos antecedentes de los toreros actuales; su misión, retribuida pecuniariamente, consiste en matar los toros, ya perseguidos por la gente del pueblo o atormentados savajemente con flechas, picas, cuchillos, gancho y dardos, por los participantes en la corrida. Además de ser los encargados de matar el toro, los "matadores" tenían la misión de dirigir como jefes aquel combate cruento y salvaje. Esta sería la primera manifestación conocida de las corridas como espectáculo popular"

".....................la muerte del toro parece no constituir, con toda seguridad, un elemento del rito nupcial originario, sino una innovación del toreo caballeresco. Desde sus primeras manifestaciones, en los siglos XVII y XVIII, la corrida moderna considera la muerte del toro no sólo como un elemento esencial, sino como la culminación de la fiesta. Es imposible dejar de ver en la muerte del toro un elemento, el más importante sin duda, trasladado del toreo caballeresco a la moderna corrida de toros. Parece natural, por lo tanto, que este elemento se haya encuadrado en la corrida con un carácter más o menos caballeresco, siempre desprovisto de todo contendido ritual, siempre con el carácter lúdico que en la corrida caballeresca tenía la muerte del toro......................La función lúdica de la muerte del toro en la corrida no parece tan clara. La costumbre popular del toreo parece haber recogido la muerte del toro, fenómeno que originariamente no formaba parte del rito, como culminación del rito mismo...................Lo inesperado y admirable es que este elemento, que originariamente no era ritual, fue percibido y realizado ritualmente en ambientes populares; la atmósfera sacral en la que tenía lugar el rito del toro nupcial ritualizó la muerte del toro, haciéndola converger hacia la ritualidad mágica del trato del toro...............En el acto de realizar este episodio supremo de la corrida (la muerte del toro), el pueblo se inspira, una vez más, no en las formas que tenía la muerte del toro en el toreo caballeresco, sino en las ya saturadas de contenido ritual, bajo las que la muerte del toro fue encuadrada por obra del pueblo en la fiesta del toro nupcial.................Incluso hasta la muerte del toro, elemento no existente originariamente en el rito nupcial, adoptada más tarde en dicho rito y en sus evidentes prolongaciones que fueron las corridas rurales, se empapó de la atmósfera y de los matices rituales que conserva el trato seguido con el toro. Estos matices y esta atmósfera pueden resumirse en la creencia de que las virtudes primordiales de este animal son susceptibles de transmitirse a aquellos que entran en contacto con él..............Los elementos fundamentales del toreo español moderno, no sólo no se explican por el contenido lúdico de la fiesta de toros, sino que revelan, en ciertos casos con evidente claridad (suerte de capa, banderillas) y en otros con indicios importantes (muerte del toro, utilizando un trapo blanco), la persistencia del antiguo trato ritual del toro, que se basa en la magia del contacto, a fin de obrar una transmisión de potencia"



Francois Zumbiehl, en su libro El torero y su sombra, escribe:

"¿Por qué hay que matar? La corrida reproduce y simboliza a su manera, el drama de la existencia: ¿Cómo por tanto, podría dejar de incluir la muerte en su ritual?


Guillermo Sureda, en su libro Tauromagia, escribe:

"Frente a la primacía que tuvo la estocada desde los inicios del toreo hasta la llegada de Juan Belmonte, que es quien eleva a primerísimo plano la faena de muleta, cabe oponer, símbolo de dos conceptos completamente distintos del arte de torear, el desprecio más absoluto que el público de toros actual siente por lo que se llamó suerte suprema.................................Creo que en esto, como en casi todas las cosas del toreo, hay que buscar la verdad del término medio. Ni la estocada como fin exclusivo -el fin de antes de Belmonte- al que tendía toda la lidia del toro, ni la suerte de matar convertida en suerte de matarife, olvidada casi por completo, tanto por los que están en el ruedo como por los que están en el tendido. Se trata, simplemente, de devolverle, ya que no el rango que tuvo, por lo menos la dignidad que exige, en mayor o menor grado, la entraña misma del toreo. Pienso, pues, en que hay que dar a la estocada, lo que es de la estocada....................."

"............ me vienen a las mientes otros nombres que, ya dentro de lo que podemos llamar el toreo moderno, fueron sensancionales estoqueadores, unos por la pureza con que realizaban la suerte, otros por la vibración y entrega con que la ejecutaban. He aquí unos cuantos, entre los muchos que, en este sentido, merecen un recuerdo imperecedero: Eugenio Ventoldrá; Cagancho, que fue, cuando lo ejecutó bien, un enorme purista del volapié; Varelito; Zurito; Agüero; Villalta; Fortuna, acaso el mejor matador de este siglo; Belmonte, que mataba a veces muy bien, sin olvidar algunos toreros de nuestra época, tales como Manolete, Rafael Ortega, Rafael Llorente, Jaime Ostos, Antonio León y Paco Camino"


José Bergamín, en su libro El arte de birlibirloque, escribe:

"El toro aplomado es precavido, lento; no se para, sino que anda con pies de ploma, con tan lenta y pesada precaución, que no se puede torear; para matarle se inventó el volapié o vuelo de los pies en el torero, legalización lógica de un recurso en última alzada que sólo en este caso puede admitirse, porque el toro infringe la ley"

"Cuando el torero cita al toro, de lejos, y le espera para matarlo (recibido, que es la suerte clásica de matar), la mano izquierda, que va a cruzarle, debe ignorar lo que hace la derecha, que va a darle muerte; es el cruce definitivo, el encuentro último y fatal; por eso, de no ser recibido, debe ser el encuentro rapidísimo, a vuela pies; el vuelo de los pies ligeros se salta la trampa al justificar el engaño, el medio por el fin; porque si no fuera porque es el fin, el medio tramposo tampoco se justificaría"

"Engañado por la túnica sangrienta muere el toro, como el dios burlado, envuelto en la de su propia sangre; mientras la última luz violeta y ultravioleta, de la inteligencia, causa inocente de su muerte, se extingue en el mito solar"


Gregorio Corrochano, en su libro  La edad de oro del toreo, en el capítulo titulado De las memorias inéditas de un redactor de ABC, escribe las siguientes crónicas:

La suerte de matar (ABC, 24 de junio de 1914)………….La suerte de matar es una desdicha. Este momento de máxima emoción, en el que el torero, rozando el peligro, se burla de él con una graciosa flexión de cintura, sacándose el toro por el muslo derecho con sólo jugar la muñeca izquierda, está tan abandonado………que está llamado a ser la caricatura ridícula de aquel momento viril y grandioso para llegar al cual fue inventado el toreo…………Para que los toros llegaran en condiciones de que el torero los estoqueara con perfección, se idearon todos los tiempos de la lidia………………Los que tienen más respeto a la profesión y al público, entran derecho, pero salen por la cara, y se contentan con que sea media estocada lo que pudo ser un volapié enorme, en gracia a no haber pasado el pitón del peligro…………..Y así hay tantas medias lagartijeras, que la afición denomina de este modo, como una gran cosa, creyendo que el nombre de Lagartijo las presta mérito, sin tener en cuenta que el gran Rafael fue un estoqueador formidable, que apeló al paso atrás y a esas medias estocadas, como recurso y tranquillo, cuando le faltaron facultades y le sorprendió la vejez en la peligrosa tarea de matar toros y de aguantar el empuje de los toreros mozos……….Entonces, y sólo entonces, salía Lagartijo por la cara, dejando medio estoque en la cruz, cuando era viejo, cuando le faltaba lo indispensable para ser matador, y hoy aplaudimos y hacemos a vuelta a la plaza a los muchachos que empiezan llenos de juventud , y en vez de darnos la nota de su pujanza y virilidad, se contentan con matar toros con media estocada lagartijera………Desde que se marcharon Mazzantini y Algabeño, ¡qué pocos toros hemos visto bien matados! Sólo alguno de la última época de Antonio Fuentes, este gran torero, que aprendió a estoquear después del grave percance de Zaragoza, entrando a matar en terrenos donde los toros hiciesen mucho por él, supliendo con su inteligencia, valor y dominio de la mano izquierda las facultades restadas. Antonio Fuentes es el caso único en el toreo que ha matado más a medida que ha tenido menos poder; bien es verdad que pocos han dominado la profesión como Antonio Fuentes…………Vicente Pastor también ha matado bien algunos toros; pudo matar más si se hubiese corregido de un defecto que parece insignificante, y es, sin embargo, de mucha importancia, por ser defecto inicial: nos referimos a la manera de perfilarse. El público, que reconoce en Pastor un estoqueador pronto y seguro, dice que no tiene más defecto que perfilarse de frente; luego no se perfila, y éste es su defecto, porque si para atacar derecho no hace falta perfilarse, para salir limpio por el costillar si hace falta. De haberse corregido de esto, Pastor, que es un toreo completo, que reúne excepcionales condiciones, hubiese llegado a ser mucho más de lo que es, y hay que tener en cuenta que es una primera figura”




San Sebastían: “Gallito”, Belmonte, “Fortuna” y “Camará” se peinan muy bien (ABC, 16 de agosto de 1919)……………….En esto de las estocadas hay teoría, y hasta escuelas por las que se caracterizan muchos pueblos. La estocada de efecto rápido, sea como sea, es acogida con entusiasmo en unas partes, y en otras hace el efecto de una hecatombe………..En un pueblo de Castilla, cercano a Madrid, se lidiaba un toro por uno de esos toreros que llegan a la edad de retirarse sin haber logrado empezar. No conocía ninguna manifestación de halaga. Toreo de capea más que de plaza de toros, nunca vio su nombre en la Prensa………..Este pobre torero tenía que matar un toro que había sido toreado durante tres días por los mozos del pueblo. Ganaba unos duros y la promesa de volver si quedaba bien. Después de unos pases de muleta, que constituían otros tantos revolcones, se dispuso a matar, y tuvo la suerte de coger una estocada de esas que matan al instante……….Un clamoreo ensordecedor salió de las carretas, de los tablados, incluso del balcón del Ayuntamiento. El torero saludaba victorioso. Unos mozos se tiraron a la plaza, sin duda para sacarle en hombros. Avanzó hacia ellos, resuelto a dejarse agasajar. Pronto advirtió que venían a pegarle con las varas largas con que hostigaban a los toros. Conducido al Ayuntamiento, oyó esto de labios del alcalde:


-Y si te metiéramos preso, ¿qué dirías? ¿De manera que en vez de entretenernos toda la tarde, matas al toro de una estocada? ¿Qué hacemos ahora con dos horas que quedan de sol?..............Vean cómo esto de la forma de matar, es cuestión de suerte. En aquel pueblo, Joselito hubiera sido amonestado por el alcalde, y aquí, en San Sebastián, aquel pobre torero, tan maltratado, hubiera cortado una oreja. Cuestión de clima”

 



El gran aficionado Mariano de la Riestra, en su libro La fiesta de los toros y en el capítulo titulado Suerte de matar, escribe:

"Los matadores notables antes de Lagartijo y Frascuelo fueron Francisco Romero, Pepe-Hillo, Pedro Romero, Curro Guillén, Montes, Cúchares, Chiclanero, Cayetano Sanz y Gordito. De ellos, Francisco Romero, Costillares y Montes, introdujeron innovaciones en la forma de practicar las suertes, en los trajes y en la composición de las cuadrillas y fijaron en toda su importancia la forma de matar. Hasta sus tiempos, la fiesta debió ser extremadamente violenta y salvaje; lo prueba la manera de acabar con las reses, utilizándose hasta la media luna y los perros de presa......................Con anterioridad a la suerte del volapié, inventada por Costillares, se practicaba la muerte de la res de cualquier manera, sobre todo en las agotadas o mansas, pues a las bravas aun quedaba el recurso de esperarlas para recibirlas, el de arrancar o aguantar y el de a un tiempo; pero las mansas sólo podían matarse a paso de banderillas (de éste debió nacer el volapié), al revuelo de un capote o a la media vuelta. Lo indudable es que de algún modo debía acabarse con los toros, sin conceder la menor importancia a la colocación de la espada, y sí a que el toro muriera lo antes posible.......................Parece que desde el año 1400 se anunciaba la muerte de las reses por toreros profesionales, y que se practicaba con una capa más pequeña que la de torear, sin esclavina y asida con la mano izquierda; la derecha, como es natural, empuñaba la espada...........................Francisco Romero usó más adelante el mismo capotillo liado a un palo de unos cincuenta centímetros, y mató ya de frente. El capotillo se sustituyó después por una tela con agujeros, en los que se metía una de las puntas del palo, que llevaba a tal efecto un pincho, colocándola al tamaño que se deseaba. Era más pequeña que la actual, y su color encarnado por una cara y amarillo por la otra. Se empezaba siempre a torear por lo rojo, y antes de entrar a matar se enrollaba, dejando gran parte en la punta del palo alejada de la mano, con lo que se ofrecía más trapo al toro que acudía al lado derecho, el de la salida. La muleta se descomponia con facilidad, y  el arreglarla frente al toro daba prueba de tranquilidad. Si la res no tomaba bien la muleta, se cambiaba el color encarnado por el amarillo, abandonándose después el recurso por inútil"


Según la definición clásica, la suerte de matar tiene dos partes: la suerte de muleta, constituida por el pase regular o natural y el pase de pecho, y la estocada

En el apartado titulado Suerte de muerte, de la Tauromaquia de Pepe-Hillo, leemos:

 "Llegamos a la suerte de más mérito y más lucida, a la más difícil y a la que llena más cumplidamente el gusto y la satisfacción de los espectadores. Sus reglas son muchas y guardan proporción con las clases que hay de toros"

"Consiste esta suerte (la de recibir) en situarse el diestro en la derecha y metido en el centro del toro con la muleta en la mano izquierda.......y el estoque en la derecha, pero lo tendrá reservado hasta el preciso momento en que, embistiendo el toro a la muleta, le dé la estocada en el acto de querer verificar la cabezada, haciendo un quiebro con la muleta para mayor seguridad y dirección"

Pepe-Hillo define la suerte de muleta como una sola suerte compuesta de dos movimientos; el pase regular y el de pecho; dos pases y un solo fin espacial: ponerse con el toro sobre el terreno de la estocada.

Y el propio Pepe-Hillo escribe:

 "El estoque tiene de largo desde el pomo a la cruz seis dedos, y desde ésta a la punta del estoque tres cuartas y media. Toda la guarnición va arrollada de cinta, a excepción del pomo que lo es de valdés.

En la misma línea se expresa Paquiro en su Tauromaquia:

"La suerte de matar es la más lucida que se ejecuta; es también la más difícil.........Es evidente que el acto mismo de dar muerte al toro se debe considerar como un verdadero pase de pecho, aunque, como la experiencia lo acredita, se puede matar sin tener muleta ni capote, ni clase alguna de engaño; pero esto no puede verificarse sino con las reses sencillas"

Montes coloca los pases de muleta, el regular y el de pecho, dentro de la suerte de muerte:

 "La estocada de muerte, que he considerado como segunda parte de esta suerte, es la que esencialmente la constituye, no siendo los pases de muleta más que una preparación, digamos así, para ella"

En las Tauromaquias clásicas no figura el vocablo faena. Ni en el Alfabeto de las voces y expresiones de la tauromaquia, que cierra el trabajo de Pepe-Hillo, ni entre las Voces y frases cuyo conocimiento es indispensable, según el juicio de Montes.

El mismo Paquiro en otro párrafo de su Tauromaquia describe de forma magistral la suerte de matar al volapié:

 "El modo de practicarla (la suerte de volapié) es muy sencillo, pues consiste en armarse el diestro para la muerte sobre corto, por rázón de que el toro no arranca, lo cual es requisito preciso para la suerte, que por esto le llaman también algunos a toro parado. Estando, pues, armado así, se espera el momento en que tenga el toro la cabeza natural, y, yéndose con prontitud a él, se le acercará la muleta al hocico, bajándola hasta el suelo, para que humille bien y se descubra; hecho lo cual se mete la espada, saliendo del centro con todos los pies"


José Alameda, en su libro El hilo del toreo, escribe:

"En el principio, desde Hillo y Paquiro, se establece que el matador debe colocarse en medio de los dos pitones, en la rectitud del toro, que Hillo define como estar los pies del diestro en línea recta con las manos del astado, concepto que sigue Paquiro. Posteriormente, casi ningún tratadista se preocupa de precisar el punto inicial de colocación del torero..............Hasta que en la Tauromaquia de El Guerra se plantea francamente el tema, con los antecedentes que usted verá a continuación y el precepto del propio autor. Este es el texto decisivo:

"Manuel Domínguez se explicaba así tratando de la suerte de recibir: Para matar a un toro recibiendo debe situarse el matador perfilado con la pala del cuerno derecho............Bocanegra y Cara Ancha, después de haber toreado convenientemente, se han perfilado con el toro en la dirección del cuerno derecho.............y Rafael Guerra explica: Se coloca el diestro perfilado convenientemente frente a la pala del pitón derecho"



Cossío escribe:

 "En el último tercio de la lidia se comprende la preparación del toro para la muerte con la muleta, y su muerte a estoque. Es el más trascendental de la lidia y aquel en que el matador da una muestra más cumplida de su habilidad y de su arte...............Todos los reglamentos prescriben que "los espadas tienen la obligación de brindar su primer toro a la presidencia"..........Desde el acuchillar al toro hasta la actual suerte de matar, ha sufrido esta una evolución muy considerable; pero aún ha sido mayor la experimentada por las operaciones previas de preparar el toro para la muerte. Con el lienzo o primitiva muleta, cuyo uso hemos de situar a fines del siglo XVII o muy a principios del XVIII, tan solo se prevenía la defensa para dar la estocada. Mas a poco empiezan a darse cuenta los diestros de las posibilidades artísticas del toreo con tal instrumento, y acaso primero Francisco Romero; pero después, y con toda seguridad Joaquin Rodríguez Costillares, convierte la elemental preparación en juego complicado de suertes que había de clasificar ya y regular la Tauromaquia de Pepe-Hillo..........Muerto el toro, el diestro recibe el galardón que el público discierne. Consiste el máximo en la concesión de la oreja del toro, simbólico recuerdo del otorgar como premio el toro entero o su valor en metálico, que rige en el siglo XVIII"

Robert Ryan, en su libro El Tercio de Muerte, escribe:

"La suerte de la ley, que así, en el siglo XVII, era llamada la estocada en rectitud y a pie firme, no sólo inspiró la creación de la muleta, sino que hizo necesaria una faena previa, un preámbulo integral al momento supremo: la tarea de colocar al toro en disposición de la estocada, a la vez de asegurar su atención en el engaño, fijar su vista en la tela que ha de guiarle al efectuarse la suerte de matar.............La faena, entonces, lo mismo que la muleta, nace de la muerte, siendo ambas tan integrales a la suerte suprema"

"El estoque es la mano derecha del matador de toros........El estoque es su razón de ser, de creerse, de sentirse, porque quien al toro mata con el estoque imparte una muerte digna....................Para templar el acero de la espada antigua, los matadores recurrían a la sangre del toro..........Esta costumbre caería en desuso por notoriamente inefectiva ante el temple real de los estoques salidos de la mano de Ramón Luna, el espadero revolucionario de las edades de Oro y de Plata del toreo.............Unos seiscientos gramos de acero forjado, unos ochenta y cinco centímetros delgados de pomo a punta............El juego, desde el ejemplo de Manolete, lo suele completar un estoque simulado, sin peso, casi de juguete, para aliviar en algo la muñeca derecha del torero del peso físico de la prolongada faena moderna de muleta............Al estoque torero lo singulariza la curva ligera, algo más que insinuada, del mismo hacia la punta............La curva del estoque, denominada la muerte, precisa de un cuidado exacto y pulcro, el toque de una mano maestra...........Arte en dar filo a la muerte es la cualidad más apreciada en un mozo de estoques, en cuya piedra de afilar, siempre en su bolsillo, reside todo su orgullo"

Y más adelante escribe: "La suerte de matar es la rectitud torera más estricta observada por los siglos........siendo la técnica torera que mejor expresa la filosofía de la tauromaquia.........La serenidad mayor del arte la requiere el matar: la serenidad que permite confiar a la mano izquierda la mirada del toro mientras se fija la propia en la muerte. Esa serenidad tan antigua ha sido para el espada infinitamente más compleja, más angustiosa, que toda quietud o pausa posteriormente introducida en la ejecución de las otras suertes"

"La suerte de muleta alcanza su perfección moderna ya en el siglo XVIII, no en un pase propiamente, sino en guiar al toro a lo largo del espacio que compone el breve momento de la estocada en la suerte de recibir...............Pedro Romero, en el último cuarto del siglo XVII, dio a la suerte de recibir un acabado profundamente torero. Del gran Romero son estas palabras, referentes a la estocada en la suerte de recibir:

"Delante de la res, el matador de toros no debe contar con sus pies sino con las manos..........Parar los pies y dejarse coger, que es la manera de que los toros se consientan y se descubran bien"

"El Chiclanero, Frascuelo, Mazzantini, Machaquito, espadas de época...............fueron toreros sobrios, grandes toreros en fe a la muerte cuando la muerte más contaba..............Los cuatro mataban con el pecho, preferentemente al volapié"

"Matar con tranquillo.............El paso sesgado de Jerónimo José Cándido; la rectitud atravesada de Montes; el paso atrás, la media entrega de Lagartijo; la rapidez, la muerte por sorpresa de Guerrita; el brazo despegado, en alto, de Joselito; la parábola de Marcial; el rincón de Ordoñez"

"Espartero, Antonio Montes, Manolete, José Mata, Yiyo: vidas toreras arrancadas a volapié: Perdigón, Matajacas, Islero, Cascabel, Burlero"

Juan Pedro Domecq, en su libro Del toreo a la bravura, escribe:

 "Quisiera profundizar en los planteamientos de un suerte fundamental en la Tauromaquia y que en el toreo antiguo era el vértice de la misma: la suerte de matar......................En los comienzos, la forma más vista de entrar a matar era la de "recibir". Había que emplearla cuando el toro conservaba su movilidad y todavía no se había aplomado, pues en esta situación se hacía imposible su ejecución. Debido a ello, se procuraba dar los mínimos pases con el capote y la muleta para castigar lo menos posible al toro.....................Como, a pesar de todo, muchos toros se aplomaban, tendían a pararse después de la suerte de varas, mostrando la mayoría de ellos querencia a las tablas y resistencia a arrancarse, se hizo necesaria la suerte de matar al volapié, iniciada de forma determinante por Costillares, y que cada vez se hace más necesaria y más frecuente................Si esta suerte se inventó para sorprender a los toros y matar a los que se paraban, lo más lógico es que ésta se realice con rapidez para, precisamente, conseguirlo........................En la antigua y moderna Tauromaquia (por lo menos hasta después de Guerrita), el matar a los toros de una única estocada era cosa singular y que sucedía pocas veces, concediéndose gran importancia a la forma de atacar al toro en el momento de realizarla"

Y más adelante, y situándose en la época de Lagartijo, Frascuelo y Guerrita, insiste en la misma idea:

"En el tercio final, lo fundamental era la muerte de toro a estoque, la estocada. Al principio se procuraba no fatigar demasiado al toro, para que éste llegara "levantado" a "la hora de la verdad" y así poder recibirlo con el estoque. Pero, en poco tiempo, una lidia más larga y unos quites más floridos obligaron a utilizar la suerte del volapié, pues muchas veces, en el momento de la muerte, el toro ya estaba parado y no se podía recibir, ya que no se movía..........................Es de destacar que en esos tiempos se valoraba más un buen pinchazo que una estocada mal realizada y con mala colocación. A su vez, los toros casi nunca se mataban a la primera, a pesar de lo cual, si la estocada sobrevenía después de uno o dos buenos pinchazos y ésta era correcta, la acción era muy valorada y premiada con el favor del público"

En La Tauromaquia de Guerrita se pueden encontrar los siguientes párrafos al respecto:

"Vamos a entrar de lleno en la explicación de las diferentes maneras conocidas que hay de matar toros, cuya nomenclatura es la siguiente: suerte de recibir (la primitiva del toreo), suerte de vuelapiés o volapié (que fue la que se hizo precisa con los toros que se aplomaban y no hacían por los lidiadores), suerte aguantando, suerte a un tiempo, suerte a paso de banderillas, suerte a la media vuelta, suerte encontrada y suerte a toro corrido"

"De las diferentes explicaciones sobre la suerte de recibir se desprende en buena lógica que el lidiador............debe permanecer inmóvil desde que la res parte acudiendo a ocupar el terreno que antes tuvo la res con más o menos prontitud"

"El volapié es la suerte que, en nuestra creencia, exige más vista, más precisión y presenta más dificultades. Son tres las cosas que hay que hacer a un tiempo: llegar, vaciar y herir...........Una vez igualado el toro donde muestre inclinación a morir y con la cabeza en su posición natural, y partiendo con la pierna izquierda hacia la res en la rectitud necesaria, llevando el brazo derecho levantado y reunido al pecho, empapa al toro con la muleta, acercándosela al hocico, bajándola mucho a fin de que humille y se descubra, en cuyo momento meta la estocada a la vez que con el trapo rojo le marca la salida natural y sale del centro de la suerte con todos los pies, rozando los costillares del lado derecho del cornúpeto"


"La estocada dada en todo lo alto es difícil que interne por la reunión de huesos que forma el centro superior de las agujas....................por cuya causa no debe medirse el mérito de la suerte por razón del número de veces que un espada intenta clavar el estoque, sino por la forma en que entre y salga, pues más bien puede llamarse fortuna que habilidad"


César Jalón, en su libro Grandezas y miserias del toreo, escribe:

"Yo no sé si soy poco congruente, perdonando que toree poco al que mata bien y no perdonando en cambio que se rehuya la suerte hasta en los contados días en que se desborda el "estilismo". Pero es algo superior a mis fuerzas. Cuando después de una bonita faena veo engendrar el viaje a torcidas y rehuir con descaro el momento sublime, verdadero fin de la faena, me acuerdo, sin saber por qué, de sus magníficos cortejadores que, después de seducir el alma de la amada, se da a la fuga la víspera de la noche de bodas..............................En tiempos no remotos los toreros de poco repertorio con la muleta, los "poco toreros", buscaban su desquite en el pase de pecho y en la suerte de matar. Mazzantini -y eso que banderilleaba al cuarteo fácilmente "por los dos lados"- y Frascuelo mantuvieron con eso su jerarquía. Y es que hay dos caminos que desembocan forzosamente -forzadamente- en el pase de pecho: el toreo al natural y la llamada suerte suprema, cuando estos dos caminos se andan bien: con apretura y a conciencia...............La simple "ida" de un pase natural, tiene como "vuelta" el pase de pecho. Y en la suerte de matar, el momento de embeber, con la mano izquierda, en la muleta al toro, mientras la derecha "va hiriendo", y el de vaciarlo (despedirlo de la suerte) en ese segundo interminable de "cruzar", vale por más de medio pase de pecho................Imponen siempre ese pase y ese medio pase un compromiso que los "muy toreros" no aceptan: el de perder de vista la cara del toro por un cuarto de segundo......................Si en ese cuarto de segundo el toro duda o se arrepiente de su viaje, no hay solución por que, perdido de vista, no cabe la enmienda.....................los "poco toreros" hallaban en esos trances el desquite mejor, la única coyuntura de hacer lo que los "ases" de la muleta no hacían. De ayer, suenan aun como "estoqueadores" el pobre Malla -modelo de limpieza en el volapié-, Martín Vázquez (Curro, Manolo), Carranza el de la Algaba, Paco Madrid..............De la desmaña torera se desquitaban con la espada"


El escritor taurino Luis F. Odría, en su libro El arte del toreo y los secretos de la lidia, escribe:

“Una cosa cierta, incuestionable, irrebatible, hay en el toreo; que es lo difícil de la suerte de matar. Tan difícil, tan difícil, que apenas si habrá habido cuatro o cinco matadores perfectos a lo largo de los dos siglos de toreo a pie de la historia: Romero, “El Chiclanero”, “Frascuelo”, Mazzantini, quizá “Fortuna”………..Es difícil de verdad, eso de irse tras la espada……………Dadas estas enormes dificultades, siempre ha habido artistas que se sirvieron de “tranquillos” que les auxiliaran en tal labor: “Cogerles la muerte a los toros”, suele decirse en el “argot” taurino. Algunos de esos “tranquillos” eran la patatita del “Tato” en el suelo; el paso atrás de “Machaco”; el saltito de Pastor y la forma de montar la espada de “Gallito”, Luis Miguel y casi toda la moderna tropa de matadores............................................El torero artista o estilista, si queréis, no ha sido jamás matador de toros. Ni “Pepe-Hillo”, ni “Cúchares”, ni “Bombita Chico”, ni Pepe Luis Vázquez, No sé por qué, no veo clara la razón, pero lo cierto es eso. Como si se tratara de una axiomática o fatal incompatibilidad…………..Pero en esto, como en muchas otras cosas del toreo, Juan Belmonte ha sido una excepción. No es que el trianero haya sido un gran matador de toros a la manera de “Frascuelo” o Mazzantini, no; pero desde el año 25, en que vuelve a los ruedos tras su temporal retirada a raíz de la muerte de Joselito, Juan es la plenitud del toreo y del torero. No se puede llegar a más serenidad, ni a más gracia, ni a más arte. Y naturalmente, con el artista está, excepcionalmente, el matador, oficiante en esa difícil hora suprema de la verdad, como un verdadero maestro. En él se dio el caso raro del estilista depurada, a la vez seguro y magnífico matador de toros”


Y más adelante:



LA MUERTE DE LOS TOROS Y LA MULETA. La muerte de los toros no era en la época primitiva de la fiesta, una suerte propiamente dicha, sino un recurso que se empleaba para dar fin a las reses, sin estar sujeto a reglas fijas ni tener un arma determinada. Lo mismo se empleaba la lanza del guerrero, que el machete, que la media luna. Tampoco se determinaba dónde y cómo debía herirse. Se mataba como se podía. Todos los recursos eran lícitos. Pero llega un momento, precisamente aquel en que el toreo pasa de ser un deporte para constituir una profesión, en que se advierte que estos medios eran poco airosos y nobles para matar los toros……………Y es entonces cuando se siente la necesidad de descubrir un procedimiento más a tono con la gallardía y belleza de la fiesta. De aquí nació la espada o estoque; y con ella, su medio auxiliar: la muleta. En lugar de usar el ferreruelo u otro objeto para tapar los ojos al toro al ir hacia ellos, se descubrió la muletilla, llamada así no sólo por sus pequeñas dimensiones. “Pepe-Hillo” describe su tamaño diciendo que es un palo ligero de dos cuartas con un gancho romo en un extremo, en el cual se mete un capotillo, cuyas puntas deben unirse en el otro extremo del palo, dándole algunas vueltas para que quede seguro…………….La muleta conservó este tamaño hasta Julián Casas “El Salamanquino”, que la aumentó; y más tarde “El Gordito”, que alargó el palo. Y así, de concesión en concesión, se llegó al abuso de sacar una muleta de dos varas de largo, cinco de vuelo, dar un cambio a dos metros y aplaudir la gente……………La muletilla tenía en su primitivo origen, exclusivamente por objeto, llamar la atención del toro hacia un punto cuando el diestro se disponía a engendrar el viaje para herir. No se conocía ningún pase, pues la muleta sólo se empleaba en el momento crítico de matar. Fue después, el primer día que un toro echó la cara arriba, la humilló o se arrancó hacia el bulto, cuando los matadores advirtieron que aquel diminuto trapo rojo, podía servirles para algo más que para desviar la mirada del toro al cuerpo del matador cuando éste se disponía a despachar a la res. La observación les hizo saber que había toros con defectos que podían ser corregidos con la muleta; y otros, que por exceso de poder y de bravura ofrecían dificultades para colocarlos en suerte, y que sólo la muleta podía resolverlos. Y entonces se convirtió de simple medio auxiliar creado por la astucia, en instrumento de castigo, defensa, adorno y lucimiento, descubierto por la inteligencia………….Y de esta forma fue cumpliendo la doble finalidad para que fue creada: castigar, dominar, restar poderío, corregir defectos, quitar resabios y trastear  bella, airosa, gentil y gallardamente…………Lo que nadie podía sospechar, pues escapaba a todos los cálculos de previsión, es que la muleta que, en definitiva, no era más que un recurso de la suerte de matar, se convertiría, andando el tiempo, en fundamento del último tercio, hasta el punto de eclipsar la estocada. Pero así ha sucedido”



El mismo Luis F. Odría, en el mismo libro, describe la espada:



“La espada o estoque usado actualmente, se compone de una hoja de dos filos, cortante en sus dos últimos tercios, guarnición de gavilanes rectos, con guardamano, pomo redondo y de peso para contrabalancear el de la hoja, que suele tener punta aguda y fuerte; treinta y ocho pulgadas de longitud. Debo añadir que no debe ser la hoja totalmente recta, sino que el tercio final de ella, junto a la punta, tiene una especie de leve curvatura o caída, que los toreros llaman muerte……………Tiene ciertas dificultades su temple, pues exige que sin ser demasiadas blandas las hojas, cedan al empuje del toro, cuando sólo se clavan en los huesos de la espaldilla”


Felipe Garriges, en su libro Abriendo el compás, expresa una opinión que se colisiona frontalmente con la de los autores clásicos:

 
“Es posible que la muerte del toro, como mantiene Antonio Ordóñez, no aporte nada definitiva al arte del toreo. Principalmente para los que no entendemos la lidia como un feroz combate del que, claro está, la muerte del enemigo sería la consecuencia lógica de la batalla; sino como un diálogo artístico. A pesar de que una gran estocada puede ser de gran belleza, la corrida no hubiera sobrevivido únicamente con buenos matadores………Matadores buenos ha habido muchos en la historia de la fiesta. Figuras de época, ¿cuántas? Amén que la mayoría de los toreros importantes, acaso con la excepción de Manolete, han sido matadores irregulares………….Lo importante del toreo es la emoción de lo artístico (si se produce), la cadencia de unos pases, la sincronía de dos cuerpos en movimiento”


Juan Antonio Pérez Mateos, en su libro El toreo. Una visión inédita, recoge un comentario del crítico Gregorio Corrochano:

Gregorio Corrochano decía: en el instante de matar a “quien no hace la cruz se lo lleva el demonio”. Quiere decir que, en ese encuentro, mata la mano izquierda, que es la que, gracias a la muleta, da salida al animal, mientras con la derecha, sepulta el estoque en el morrillo. Esa imagen corresponde a una cruz."







Felipe B. Pedraza, en su libro Iniciación a la fiesta de los toros, escribe:



EL TERCIO DE MULETA Y MUERTE


“En los orígenes de la corrida, el último tercio se denominó con toda razón “de muerte”, ya que en él no se asistía en sustancia más que a la estocada que acababa con el animal. Lo que precedía era simplemente una mínima serie de lances imprescindibles para colocarlo en suerte………..Esos lances fueron creciendo en número e importancia. El público prestó particular atención a la manera de dominar y mandar a las reses con la muleta. Este engaño, de tamaño sensiblemente inferior a la capa, manejado comúnmente con una mano, establece una relación más directa e inmediata entre toro y torero……………Durante el siglo XIX y primeros años del XX, la faena de muleta ante toros broncos, con poder (la suerte de varas consistía en una serie de picotazos), se desarrollaba con el matador y las cuadrillas en el ruedo, además del cadáver de algún caballo sacrificado en varas……………La época de Gallito y Belmonte (1913-1920) presenció la transformación de aquella lidia multitudinaria y algo atropellada. A partir de entonces, el espada tiende a quedarse solo frente a la res y a construir la faena sin auxilio alguno. Esta circunstancia le ha dado especial intensidad y ha hecho crecer su importancia y relieve, hasta el extremo de que amenaza con reducir a la nada los tercios precedentes……………Este exagerado predominio del tercio de muleta ha influido en la evolución del toro de lidia. Se han impuesto los encastes que se entregan poco en el primer tercio y van desarrollando su bravura a medida que avanza la lidia, de modo que alcanzan su mejor disposición cuando, por la sangre vertida, han empezado a perder su fuerza y violencia…………Hasta principios del siglo XX las ganaderías punteras eran las que hacían una brava pelea en varas, aunque después se aplomaran en la muleta”



LA SUERTE DE MATAR




“El matador tratará de que el toro cuadre, es decir, que se pare con las manos y patas paralelas entre sí. Esta posición es conveniente para ejecutar la suerte de matar……….Según las características de la res, el espada la cuadrará en un terreno u otro. Lo más normal es hacerlo en el tercio, cerca de las rayas. Ahí el diestro puede jugar con el impulso o el freno que determinan las querencias…………..


Un toro bravo empujará con más fuerza si se le da la salida hacia los medios (suerte natural), y se frenará ligeramente si se le dirige hacia tablas (suerte contraria). En cambio, el manso reaccionará en sentido inverso: fuerte hacia la barrera , con mayor desgana hacia el platillo……………En algunos casos, sobre todo si la res ha sido noble y brava, la estocada se ejecutará en los medios. Ahí las querencias se amortiguan o anulan y el matador se enfrenta de poder a poder con su oponente”



Estoque y otros instrumentos de muerte




“Para matar a las reses se utilizó desde la Edad Media la espada. Los caballeros que resultaban descabalgados debían reponer su honor dando muerte al toro a cuchilladas, es decir, por medio de tajos propinados con una espada ancha, larga y sin punta. En estos empeños a pie –que así se llamaba el lance- se llegaba a cercenar la cabeza del animal. Sin embargo, en el siglo XVIII se impuso el dar la muerte con el estoque, acero fino y punzante, sin filos capaces de herir, rematado por una cazoleta para proteger la mano. Para matar con estoque es necesaria la muleta, que, manejada con la izquierda, engaña la atención del toro mientras el espada hiere en lo alto con el estoque que empuña en la derecha………….En tiempos de Pepe-Hillo se sustituyó la cazoleta por unos finos gavilanes y una empuñadura que forma un pomo forrado de piel para amortiguar el tremendo choque que reciben los huesos de la mano…………El estoque era recto en un principio, pero más tarde se curvó en el tercio más próximo a la punta. A este curvatura se le denomina muerte………….Establece el reglamento actual una medida máxima de 88 centímetros para la hoja de acero…………Tradicionalmente, los diestros cogían el estoque al iniciar el último tercio y lo llevaban consigo mientras desarrollaban la faena de muleta. En raras ocasiones, por encontrarse lesionado el espada, se autorizaba a utilizar un estoque simulado de madera (hoy se fabrica también de aluminio). Este simulacro era usual en las becerradas y festivales en que intervenían niños toreros. Después de la guerra, los matadores empezaron a usarlo sistemáticamente………Hasta el reglamento de 1992, para usar este instrumento se precisaba una autorización facultativa que los médicos redactaban de oficio, sin examen ni averiguación alguna, y se anunciaba




Hoy casi todos los matadores emplean el estoque simulado, que cambian por el de acero momentos antes de entrar a matar……………….El estoque de cruceta o verduguillo es idéntico al anterior, pero con un travesaño a 10 centímetros de la punta. Se usa para descabellar, es decir, para seccionar la médula espinal del animal ya moribundo, pero que se resiste a caer. Esta suerte se ejecutaba con el estoque de matar; pero se produjeron trágicos accidentes al salir despedida el arma hasta el tendido por los derrotes de las reses y atravesar a algún espectador. Desde 1936 es obligatorio el tope que sirve para limitar las nefastas consecuencias de estas eventualidades…………Para hacer más seguro su manejo, cada estoque tiene su funda de cuero y los verduguillos, una capucha que cubre la parte anterior, incluida la cruceta. Todas las armas se trasladan en un fundón de cuero recio…………..Para rematar al animal, una vez caído, se emplea la puntilla o cachete, un puñal de hoja puntiaguda y cortante de unos 30 centímetros de longitud”